¡Un empujón en la espalda!

Escrito por Lorena Gutiérrez Velandia para MOPS Latinoamérica.

 Alrededor de los cinco meses de mi segundo embarazo, quizá por constantemente soportar el peso de mi primer hijo de 21 meses de edad, más el peso de mi bebe en formación, experimenté serios dolores en huesos, músculos y nervios. 

 A veces caminaba y sentía como mi cadera se expandía y entonces dar un paso más era muy doloroso. Un día, me senté en el piso a jugar carritos con mi hijo Mateo y después de un momento de alegría y risas me sorprendió un intenso dolor al intentar pararme, un dolor que prácticamente me dejó inmóvil. ¡Me asusté!, estaba sola, sin teléfonos cerca, sin forma de pedir ayuda y con la responsabilidad de cuidar de mi pequeño. Trataba de moverme sin lograr conseguirlo y lo único que pude hacer en ese momento fue orar y pedir ayuda celestial, como me preocupe mi oración fue en voz alta y seguramente con tono alarmante. 

 Sorprendentemente la ayuda llegó al instante, sólo que al estilo de Dios; una ayuda completamente inesperada y creativa. Mi hijo corrió hacia mí como entendiendo la urgencia y se puso de pie a mi espalda.Empezó a empujarme, yo no sentía mucho su fuerza porque su peso no excedía las 26 libras, pero podía escuchar su esfuerzo: “mmm”, “awww”, mientras me empujaba. Su reacción me impactó y lo único que pude pensar es que de alguna manera debía pararme, tenía que encontrar la manera de ponerme en pie para honrar el gesto de Mateo. Y así fue, a los pocos minutos logré parame y después de otros cuantos minutos caminé. No solamente sentí alegría al poder moverme, sino que me inundó una profunda alegría y agradecimiento hacia mi pequeño hijo. ¡Un bebé menor de dos años había podido levantarme!

 Muchas lecciones aprendí ese día: Dios provee de diversas maneras, los hijos producen alegrías incomparables y una pequeña motivación puede cambiar drásticamente una situación. 

 Indudablemente no fue la fuerza de mi hijo lo que me hizo poner en pie, fue lo que produjo su actitud dentro de mí. Yo sentía que no podía pararme, pero sí era posible… sólo necesitaba un poco de motivación.

 Cuántas personas a nuestro alrededor carecen de motivación para superar una adversidad o para tomar una decisión, escuchamos tristes historias cada día y callamos frente a ellas sin imaginarnos que una palabra, un gesto, una actitud de nuestra parte pueda influenciarles y hacerles recapacitar.

 El temor y la comodidad son las principales causas del porqué permanecemos callados o inmóviles ante la necesidad ajena, racionalizamos demasiado al momento de prestar ayuda o dar una palabra de consuelo o ánimo, pensamos que lo que podemos ofrecer es algo tan pequeño que no cambiaría dicha situación. Pensamos no tener tiempo para otros porque ya cuidamos a muchos en casa. Que equivocadas estamos, porque a lo largo de la historia, a través de cosas pequeñas se han logrado cambios significativos.

 Quién eres tú para saber si tu acto de bondad tendrá resultado o no, si Dios quiere usar tu pequeñez, sin duda verás un gran resultado. No nos cansemos de hacer el bien, de ayudar, de bendecir (bien decir), de motivar, de estar atentos a las necesidades de otros, de escucharlos. Empecemos en casa con nuestro esposo e hijos, pero no olvidemos que pasando la frontera de nuestro hogar, ¡hay un montón de personas que necesitan un empujón en la espalda, anímales! 

“Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ésa es la manera de obedecer la ley de Cristo”. Gálatas 6:2

MOPS LA Administración